Arroyo Primero 06/05/1867

mayo 6, 2019

Un destacamento brasileño al mando del mayor José Tomas Goncalves, ataca el campamento paraguayo de Arroyo Primero, tomándolo después de una heroica defensa opuesta por la guardia. Los brasileños llaman a esta acción “tomada do campamento paraguaio da Invernada da Laguna” (Rolon; 1964: 96).

El 6 de mayo de 1867 un destacamento al mando del sargento mayor Blas Montiel Caballero, luego de una marcha de 250 leguas, se reunió con las fuerzas del sargento mayor Martín Urbieta, acampadas en el arroyo Primero, a siete leguas al sud del río Apa y a una legua de la estancia Laguna, donde estaban las t ropas brasileñas comandadas por el coronel Carlos de Morais Camissao. El núcleo principal de la columna que acababa de llegar y enviada por el mariscal López desde Paso Pucú para contener la invasión brasileña por el norte, estaba constituido por el famoso regimiento 21, de heroica actuación en las grandes batallas de 1866, al cual se le habían agregado dos compañías del batallón 12, comandadas por el capitán Crecencio Medina, la compañía de zapadores del mismo batallón, al mando del teniente Zoilo Almada, el regimiento 3 y dos compañías de infantería de la guarnición de Concepción, comandadas por el teniente Zarate y el alférez Roa. Unidas a las tropas del mayor Urbieta hacían un total de dos mil hombres con seis piezas de artillería. Se calcula que el enemigo contaba con 3.000 (Cardozo VI; 1972: 158) hombres, incluidos los indios guaycurúes y tarenes, que se les habían agregado, movidos por su odio secular a los paraguayos. Los documentos brasileños hacían ascender las tropas de Camissao a 1.800.

Las ordenes que tenía el mayor Urbieta y que fueron confirmadas por las que trajo el mayor Montiel, eran de no empañar combate prematuramente y de hacerse perseguir por los brasileños para alejarlos de sus bases y atraerlos hacia el sitio más conveniente donde asestarles un golpe decisivo, produciendo, mientras tanto, el vacio al paso del invasor para que no encontrara medios de subsistencia, ni auxilio de ninguna clase.

Mientras tanto, el coronel Camissao había decidido poner en ejecución el plan de ataque postergado por el gran huracán el día anterior. A ese efecto destacó el batallón 21 de línea, al mando del mayor José Tomás Gonclavez y al cuerpo de cazadores, cuyo jefe era el capitán Pedro José Rufino, para que con una pieza de artillería se apoderase del campamento paraguayo más cercano. La marcha se efectuó en las primeras horas del día y la columna brasileña avistó el campamento avanzado paraguayo cuando aun las fuerzas del mayor Montiel no estaba aprestadas para entrar en acción fatigadas por el largo recorrido que acababan de coronar.

El movimiento no sorprendió a los paraguayos que estaban en orden de combate cuando aparecieron los brasileños, pero sus ordenes les impedían aceptar el combate, de suerte que cuando los invasores atacaron el campamento con bayoneta calada, las fuerzas paraguayas se retiraron llevando la artillería al galope, hasta una cuchilla cercana, desde donde hicieron fuego contra el enemigo.

Enardecido por lo que consideró una victoria fácilmente lograda, el mayor Goncalves ordenó que una compañía al mando del alférez Climaco dos Santos Souza atacase la eminencia donde estaba apostada la artillería, pero en el trayecto cayó en una emboscada de infantes paraguayos, sufriendo gran mortandad. En el punto de intervención de los indios guaycurúes que tomaron por las espaldas a los paraguayos emboscados., obligándoles a retirarse y reunirse con la fuerza de artillería que continuaba haciendo fuego contra los brasileños.

La aparición de la caballería paraguaya en la retaguardia brasileña, amenazando cortar las comunicaciones con el grueso (Cardozo VI; 1972: 159) de la división Camissao, puso a la fuerza brasileña en difícil situación. El mayor Goncalves, sin tiempo de pedir instrucciones al coronel Camissao, ordenó la retirada, que se hizo en forma muy dificultosa, porque los fugitivos debieron soportar repetidos ataques de la caballería paraguaya.

Enterado el coronel Camissao del peligro de total copamiento que corria el destacamento Goncalves, personalmente partió en su socorro, con el batallón de Voluntarios de la Patria Nº 17, y dos bocas de fuego. La aparición de esta fuerza fue providencial para los expedicionarios que pudieron llegar, gracias a su apoyo, a su anterior campamento, llevando como trofeos siete caballos tomados en el campamento abandonado por los paraguayos. Este volvió a ser ocupado,  tan pronto los brasileños emprendieron la retirada. El combate duró tres horas.

Los brasileños calcularon las bajas paraguayas en más de ochenta muertos y no confesaron sino una baja. En esta acción combatieron, de parte de los atacantes, 557 hombres, según los partes brasileños, en que se calcula la fuerza paraguaya en 700 de caballería y 80 de infantería.

En ambos bandos se celebró el hecho de armas como un triunfo propio. Pero esa misma noche, el coronel Camissao, no estaba muy convencido de haber conquistado sus tropas los lauros de la victoria (Cardozo VI; 1972: 160).

Fuente: Recopilación Combates de la Guerra de la Triple Alianza del Gral (R) Hugo Mendoza

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