El Saqueo de Asunción

enero 2, 2020

En enero de 1869, las tropas aliadas ocuparon Asunción e iniciaron el saqueo de la capital paraguaya. Al anochecer del 1 de enero, 1.700 hombres brasileros llegaron a la desértica Asunción. Los edificios y espacios públicos fueron íntegramente tomados. Rapiñaron todas las viviendas, la ciudad contaba con casas lujosamente amobladas, ricamente decoradas con objetos de arte, pianos, arañas además de vajillas y ropas de fina calidad.

El 5 de enero, comenzaron a desplazarse las embarcaciones que no fueran de guerra llevándose río abajo frutos, maquinarias, muebles, y todo cuanto fuera de valor. Durante esas jornadas, al caer el sol, quemaron casas aledañas al puerto para continuar con la faena. Los soldados brasileños recorrieron la capital en todas direcciones buscando joyas y tesoros enterrados en las casas, hicieron excavaciones, tumbaron paredes, y las que no derribaron llenaron con dibujos obscenos.

Los argentinos, por su parte, al tocar Asunción se instalaron en las afueras, en la zona de Trinidad y Campo Grande, intentando de esa manera rehuir de las responsabilidades históricas del pillaje. Sin embargo, gran parte del botín fue subastado públicamente en Buenos Aires. Dos años después del saqueo, Brasil constató la existencia de fondos provenientes de las ventas hechas en Buenos Aires y depositados en el Banco Provincia de la misma ciudad. El producido por los cargamentos que llegaron a Argentina y declarados como de “buena presa” se distribuyó en partes iguales entre los invasores del Paraguay.

Para alternar los actos de vandalismo, tanto brasileños como argentinos secuestraron criaturas pidiendo a cambio recompensas de dinero, o directamente fueron vendidos u obsequiados. Las mujeres fueron las víctimas finales. Las desgraciadas que cayeron en manos de las tropas brasileras a fines de 1868, en número aproximado de 300, fueron objeto de todo tipo de vejámenes en calles, plazas y edificios.

La siniestra obra concluyó con los brasileros lanzándose sobre los sepulcros de los cementerios de la Encarnación y de la Recoleta, en esos camposantos exhumaron los cuerpos, removieron y rasgaron los sudarios, y les despojaron de las prendas de valor.

Asunción, donde no se libró batalla alguna, salvo un simbólico bombardeo desde la bahía, quedó literalmente devastada.

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