José Eduvigis Díaz, El Afortunado

febrero 7, 2019

Lejos del eco de los cañones y la fusilería de aquel 22 de setiembre de 1866, a través del discurso y el pensamiento de una generación nacida del dolor, se inició el largo camino de reivindicación de la figura de Francisco Solano López.

Aquellos hombres – la mayoría enmarcada en lo que se dio a llamar generación del novecientos – desde la pluma, contribuyeron a otorgar al Paraguay de un héroe del que había carecido, con todos sus atributos, tanto de luces como de sombras. Cualquiera fueran las aspiraciones y motivaciones de quienes atacaban o preservaban su memoria, para aquellos, lo indudable era que el Mariscal López había defendido con la espada la independencia del Paraguay, y más que nada, su derecho a seguir existiendo.

Sin embargo, a fines del siglo XIX, esa figura era todavía combatida y hasta repudiada. Fue entonces que se hizo necesaria la aparición de un adalid que congregue a todos los paraguayos, un héroe sin maldiciones, “el afortunado”, como lo bautizaría Juan E. O’leary, un hombre que se convierta en símbolo. Ahí surgió el General José Eduvigis Díaz, máximo exponente de la nación en guerra.

Creo que nadie imaginó, en aquel lejano 1900, año en que se iniciaron las conmemoraciones en honor a Díaz, que la llama encendida alrededor de su nombre, modificaría, no solo la interpretación de la historia del Paraguay, sino la orientación política de toda una época.

En 1902, el pueblo de Pirayu comenzó a homenajear a su hijo dilecto en el lugar donde estaba asentada su casa, el Solar de Díaz. Ahí nació el héroe, personaje fundamental en la tarea de glorificación del soldado paraguayo, luego de la catástrofe de la guerra.

Hoy, en el aniversario de su fallecimiento, lo recordamos por su participación gloriosa en la contienda como por su importancia en la memoria histórica del Paraguay.

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